20 jun 2011



Y otra vez... Otra vez tú. Pero no teníamos que volver a vernos... Y siento todo mi dolor. Lo que no sé, lo que no he vivido, lo que ahora me falta. Para siempre. ¿Cuantos brazos te han estrechado para convertirte en lo que eres? Cuánta razón tienes. Qué cierto es. Qué importa. Al fin y al cabo, el no me lo dirá, por desgracia. Por eso me quedo en silencio. Y lo miro. Pero no lo encuentro. Entonces voy a buscar esa película en blanco y negro que ha durado mucho. Toda una vida. Esas noches pasadas en el sofá. Lejos. Sin conseguir darme una explicación. Arañándome las mejillas, pidiendo ayuda a las estrellas. Fuera en el balcón, fumando un cigarrillo. Siguiendo después ese humo al cielo, arriba, más arriba, más aún...
Allí, donde precisamente habíamos estado nosotros. Cuántas veces e nadado en ese mar nocturno, me he perdido en el cielo azul, llevada por los efluvios del alcohol, por la esperanza de encontrarlo otra vez.
Arriba y abajo sin tregua. La primera estrella a la derecha, y después todo recto, hasta la mañana. Y otras muchas. Y a todos les preguntaba: ¿ Lo habéis visto? Por favor... he perdido mi estrella. Mi isla, que no existe. ¿Donde estará ahora? ¿Que estará haciendo? ¿Con quién? Y a mi alrededor. ese silencio de esas estrellas entrometidas. El ruido molesto de mis lágrimas agotadas. Y yo, estúpida, buscando y esperando encontrar una respuesta, dadme un por qué, un simple por qué, cualquier por qué.
Pero qué idiota. Ya se sabe. Cuando un amor se acaba se puede encontrar todo, excepto un por qué.

No hay comentarios: